Conocer las habilidades personales implica necesariamente la observación
sobre nosotros mismos para valorar después a la luz de la razón natural los
talentos que se poseen, los cuales nos hacen especiales además de diferentes.
Con esta metodología cada persona se convierte en su propio objeto de
estudio, por tanto es de vital importancia la objetividad durante el proceso de
analizar en la historia personal el aumentado o disminución de los talentos que
Dios nos ha regalado, reconociendo sinceramente el provecho que ha obtenido de
ellos así como el beneficio que se ha otorgado a otras personas poniéndolos al
servicio de las mismas. Es probable que en algunas personas el resultado de
este conocimiento adquirido no sea equitativo, es decir, que existen personas
quienes poseen por ejemplo la habilidad matemática y la han ejercitado en
provecho propio pero no en beneficio de otros, estas personas conociendo su
talento no poseen un verdadero conocimiento de sí mismos, pues su grandeza
radica en el éxito que les ha proporcionado dicho talento (habilidad), en
consecuencia las otras personas son simplemente números, pueden resultar para
ellos una ganancia o perdida, por lo que dedican parte de su tiempo a sus
hijos, a sus alumnos o a sus formandos siempre y cuando la inversión de ese
tiempo les proporcione menos conflictos o menos problemas a futuro. Sin tener
un interés real por las personas que Dios les ha confiado, un interés basado en
la caridad.
Por tanto para realizar el análisis objetivo que se propone y elaborar
el balance de la buena o mala administración personal de los talentos, puede
servir de gran utilidad leer en la Biblia el Evangelio de San Mateo capítulo 25
versículos de 14 al 18 y que a la letra dice:
"El reino de los Cielos es también como un hombre que, al salir de
viaje, llamó a sus servidores y les confió sus bienes. A uno le dio cinco
talentos, a otro dos, y uno solo a un tercero, a cada uno según su capacidad; y
después partió. En seguida, el que había recibido cinco talentos, fue a
negociar con ellos y ganó otros cinco. De la misma manera, el que recibió dos,
ganó otros dos, pero el que recibió uno solo, hizo un pozo y enterró el dinero
de su señor..."
En estos versículos se expresa claramente que los talentos (habilidades)
se otorgan de manera personal y no por ello son de propiedad privada. Pues
llegará el día en que rendiremos cuenta de la administración que hemos hecho de
estos talentos entregados, al Señor y Dueño de los mismos. Por el momento
reflexionemos sobre nuestro entorno, ¿Cómo hemos contribuido a mejorar la convivencia
familia? ¿Cuál ha sido nuestro aporte para mejorar la comunicación entre mis
alumnos o formandos? ¿Cómo perciben mi presencia los demás al llegar a la casa
o a la escuela?
Nuestro pequeño mundo puede mejorar si ejercitamos los talentos (habilidades
personales) en provecho propio así como en beneficio de los demás.
En mi experiencia personal, al trabajar con niños, niñas, jóvenes y
jovencitas, de diferente credo religioso, algunos de ellos sacados en ambientes
donde la violencia era el pan de cada día y otros viviendo en huerfanidad. Pude
darme cuenta con la gracia de Dios que, a estos niños y jóvenes les es difícil
reconocer sus talentos (habilidades) por las experiencias vividas, por lo tanto
como profesora y formadora aprendía a observar dedicada y minuciosamente sus
actitudes para descubrir junto con ellos sus talentos, los cuales les ayudaban
a superar sus realidades con la esperanza de un futuro diferente, siempre y cuando ejrcitaran sus talentos en beneficio propio y de sus compañeros.
Otro recurso son los test psicológicos que sirven de apoyo para
cualquier persona que desea descubrir sus talentos (habilidades).
La vida espiritual también es un camino que nos lleva no sólo al
conocimiento de los talentos o de sí mismo, sino a un crecimiento integral,
para lograr ese crecimiento es indispensable la oración. El tiempo dedicado a
la oración debe ser elegido por cada uno, de acuerdo a las propias
posibilidades y necesidades para no descuidar el trabajo o la familia, si somos
perseverantes a dedicar unos momentos a Dios diariamente, la luz de su Espíritu
iluminará nuestra mente y empezaremos a ver con mayor claridad nuestra
realidad, la realidad de nuestros hijos, estudiantes o formandos y en
consecuencia desempeñaremos el arte de educar con mayor eficiencia, pues no
trabajamos tan solo con nuestros talentos sino asistidos por Dios mismo.
Podremos con la gracia divina percibir con mayor agudeza sus necesidades e
intuir con cierta certeza las dificultades en las cuales están inmersos nuestros
niños y jóvenes así como la prudencia para proceder ante casos particulares que
se presenten. En nosotros está la decisión de trabajar solo con nuestros
talentos o trabajar en colaboración con el Dueño y Señor de los mismos. Los
resultados generalmente son diferentes. Pero Dios respeta nuestra libertad.
Nuestra decisión depende de la visión que se tenga a futuro de
los beneficios que deseamos para nosotros mismos así como para los niños y
jóvenes que Dios nos ha confiado en la vocación que hemos elegido.
Les comparto que en mi experiencia las ganancias como
satisfacción personal, paz interior, dominio del grupo dentro del aula,
capacidad para superar las dificultades, entre otras, son mayores cuando se
trabaja en equipo con Cristo Jesús.
“ES NECESARIO ORAR SIEMPRE”
Lc. 18, 1
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