Conocimiento de las fortalezas



La fortaleza es un don del Espíritu Santo que recibimos como regalo departe de Dios para afrontar las dificultades que en la vida encontramos durante nuestro peregrinar por este mundo. Cuando se practica habitualmente la fortaleza, esta se convierte en una virtud que sirve de blindaje ante las asperezas cotidianas que ponen a prueba el equilibrio físico, psicológico y espiritual del ser humano. Pensemos en un caso concreto, la historia de una jóven mujer. En la juventud se tiene poca experiencia por tanto se esta expuesto a cometer errores y horrores que no en pocas ocaciones marcan la vida de algunas personas. Para el presente tema analizaremos un poco la vida de María de Nazaret.

María, la madre de Jesús creció en un hogar sencillo y pobre pero con una fe indomable que marcaría la personalidad de esta mujer admirable por sus virtudes, hasta el grado de atraer la mirada de de Dios. ¿Cómo vivió María, la joven madre ante un misterio divino(La venidad del Mesias)  del cual había escuchado y de este proyecto divino en el cual Ella misma era parte importante? Recordemos que las Escrituras y cualquier estudio sobre las mismas era exclusivo de los hombres. La realidad socioeconómica de su país estaba marcada por la invasión del imperio romano, por la rebelión de algunos compatriotas suyos, por la delincuencia de otros, por la ambición de ocupar los puestos más importantes en servicios públicos, políticos y religiosos de  la época. Nada lejos a la realidad que vivimos actualmente.  Ahora, frente a esta cosmovisión la pregunta es ¿Cómo llego Ella al conocimiento de sus fortalezas?


María pertenecía a un grupo pequeño llamado "Los pobres de Yhvh" hombres y mujeres con la convicción de que Dios intervenía en la historia personal del ser humano hasta el grado de que Dios personalmente vendría a salvarlos. Y así fue. Sin embargo no todos pudieron identificar al Mesías por la ceguera que padecía su corazón, además de la soberbia habitual con la que dirigían su vida. María era diferente, Ella fue concebida sin pecado original en atención a los méritos de Cristo Jesús por ello aún cuando no conocía a fondo las escrituras gozaba de la gracia de Dios plenamente por lo cual podía ver su realidad con la confianza puesta en Dios.
 
Algo parecido se experimenta cuando, reconociendo las ocasiones de pecado nos alejamos de ellas, entre más ejercitamos esta actitud pareciera que vemos con mayor claridad, que discernimos con menos dificultad y que nuestras decisiones son más acertadas. Sin embargo  la verdad es que el Espíritu Santo ilumina nuestro entendimiento, el cual no se ve más oscurecido por el pecado.

 La B.V. María en quien no había pecado alguno, podía distinguir con mayor claridad la acción de Dios en su vida pero, así como Dios respeta la libertad de cada ser humano, también respeta la libertad de su Santísima Madre porque el Amor no puede forzar a la persona amada a que le corresponda, a que se una a sus proyectos, a que responda a una vocación específica. Es la persona quien responde libremente al proyecto que Dios le presenta y por tanto es la persona quien concientemente acepta ser feliz o no.

Así con la limpieza de corazón plena, "Nuestra Niña" como fue llamada la Virgen María dulcemente por San Juan Diego; encontró su fortaleza en Dios quien habitaba en su corazón y después de la Anunciación del ángel Gabriel, también habitaba en su cuerpo. La mayor fortaleza de María era Dios mismo, Ella experimentó en carne propia la fidelidad de Dios a sus promesas, el gran amor con el cual Dios ama al género humano hasta entregar a su Hijo Único, la ternura de una mirada de Jesús era la ternura de su Dios presente en un aquí y ahora. Es tan grande su amor y su confianza que no necesita más que estar al lado de Jesús, estar íntegramente a su lado, a diferencia de algunas personas que asisten a Misa sólo de cuerpo presente pero su mente y corazón están lejos, lejos de Dios y lejos de sí mismos.

¿Cómo llegó María a conocer que su fortaleza era Dios? A través de la oración. La oración es el diálogo amoroso entre Dios y cada uno de nosotros, cuánto mayor sea el esfuerzo de una persona por mantenerse en gracia, es decir por evitar caer en pecado, mayor será la facilidad con la que pueda hacer oración, además podrá ver su realidad con mayor claridad, ante las situaciones difíciles y adversas no perderá la paz ni la esperanza, su fe se transformará en confianza y la caridad podrá ejercerla con mayor equidad.

La unión con Dios es un misterio que se realiza en cada ser humano por iniciativa divina, Él espera a que cada persona se acerque a Él en el sagrario, a través de los sacramentos de reconciliación y de la Eucaristía. Ahora que si resulta muy difícil porque la voluntad esta tan viciada por el pecado, iniciemos por orar a la Virgen María. Tengamos presente que, sólo con una experiencia personal de Dios podremos hacer creíble a nuestros hijos, alumnos y formandos que la vida espiritual es una realidad que comienza aquí y ahora.

 

¡DIOS ES NUESTRA FORTALEZA, NOSOTROS SU DEBILIDAD!

 


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